¿Tiene esta
muchedumbre un discurso en potencia?
Los
mexicanos han conseguidos balbucear en el estadio, pero
también tenemos
internet. Entre las
herramientas que hemos usado desde el paleolítico, ésta es la
primera que puede no sólo acercarnos a través de gritos, sino por
coincidencias de argumentos. Unión no sólo a través de la “porra”
(creada
por la emoción del momento y desde “líneas” que anteceden al
yo, al sujeto invididual), sino de pensamiento más elaborado.
Esto, por supuesto, evoluciona
del ámbito de lo deportivo
para entrar en lo político. Esto
es algo que no se ha hecho todavía, ni al parecer se está
haciendo...
Sin
embargo, en
las redes sociales se percibe una
búsqueda más profunda de
sentido de la expresión.
Dejemos por ahora a un lado,
las fundadas oposiciones críticas a ciertas maneras
en que se usa y sus alcances
y concentrémonos en las características más aprovechables. Ya sea
con un largo análisis o con breves comentarios, o en el ir y venir
de opiniones, en las redes
sociales la masa, a través
de sus individuos, se expone, participa, absorbe información,
analiza y hasta se organiza.
En
la rápida evolución
de las conversaciones en línea (desde
el correo electrónico y los chats,
desde el anonimato hasta el perfil con nombre y apellido),
la plaza de Facebook, el
vecindario Facebook, ha
resultado tener buenas posibilidades de fructificar como
ágora, pero es insuficiente
por la ambigua inducción de
opciones que impone su
política interna de “me gusta”, tan
limitativa de la divergencia, tan
eminentemente piramidal (“este es mi sitio de internet y yo impongo
las condiciones”, podría haber dicho Mark Zuckerberg).
Cerrazón de CEO que
conlleva a que la retroalimentación personal que el usuario pueda
obtener sea de menores posibilidades intelectuales. Como
se sabe (o
se intuye),
respaldar un comentario mediante el botón “me gusta” puede
responder a diversas causas. Dos botones, el positivo y su contrario,
permitirían establecer un puente para
saber que detrás de la pantalla también existe una persona, cercana
a ella, a quien su postura gusta
o desacuerda,
lo
cual redundaría en mejores perspectivas para los opinantes.
(En
el momento que escribo esto ya se ha anunciado que el deseado botón“no me gusta” está en camino, pero aún no se ha concretado).
No
obstante dichas
limitaciones, se alcanza
a observar, al menos entre
los “amigos” o contactos
de México, un espíritu de
descontento general con la situación del país. Al
menos no se ve a nadie echando las campanas al vuelo, excepto si son
“del partido”, cualquiera que este sea. Un
descontento que pide acción
personal y en los demás para la
transformación del
Estado.
Desde las frases “estoy
listo para soltar balazos en la revolución” hasta “deberíamos
organizarnos”, desde el debate contra los “activistas de feisbuk”
y a favor de los de “el
cambio está en uno mismo”, del “ponte a trabajar” al
“¿para qué, si eso más que trabajo es esclavitud?”,
en muchos ámbitos de las redes se señala ese disgusto (en
comentarios de grupos, en comentarios a las notas de periódicos, en
discusiones en torno a
personajes políticos de los medios)
que nos muestra que en
sus entornos de debate existe
otro subconciente nacional
(incluso supranacional), igual en crisálida que el del estadio, con
su misma falta de representatividad, en
potencia, pero más
elaborado más
rico en perspectivas y
divergencias aunque
disperso (pues no hay cauce
por el que fluya al ámbito
de la implementación en el
gobierno, de
la acción, salvo
la posibilidad de
promocionar eventos en el medio).1
Todos
esos estados, discusiones, provienen de un pueblo con mayores deseos
de participar, de incidir
en el modelado del país, mucho
más consciente de sus desigualdades, pero
que no tiene otra herramienta que la de la votación pretendidamente democrática de
representantes emanados de partidos y de sus procedimientos internos. Es decir, por
ley, nuestro pueblo
sólo puede acudir a
votaciones de segunda mano,
y se somete además
al plurinominalismo,
verdadero motor constructivo de las políticas cupulares.
Apenas este año se estrenó
la modalidad de los candidatos independientes, sin embargo, su éxito no ha dejado de ser observado con recelo por los partidos grandes, quienes buscan ahora limitar otra vez su participación con distintas trabas. "Nada por afuera de las mafias partidistas", parece ser la consigna.
1
Facebook
no está pensado para ello y los viejos métodos de caudillos,
revoluciones y balazos, sobre todo en un territorio nacional tan
actualmente ensangrentado por la guerra del, con y contra el
narcotráfico, simplemente repugnan a un país que es medianamente
consciente de que la revolución de 1910 trajo mejores métodos para
frenar la brutal explotación,
sí, pero no
cambió el sistema de
explotación.
Y
murieron muchas personas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario