sábado, 20 de abril de 2013

Conspiracionismo a la mexicana


La poca información y el mucho prejuicio se aliaron el viernes pasado en las redes sociales (sección México) para opinar sobre los sucesos que ocurrían en Boston, donde se “cazaba” a Dzhojar Tsarnaev, sospechoso junto con su hermano Tamerlan de haber colocado el lunes un par de bombas caseras que estallaron cerca de la línea de meta del maratón que se desarrollaba en aquella ciudad. Los comentarios iban desde la descalificación a la investigación hasta la celebración del suceso e incluso la empatía con los pobrecitos inculpados. A quienes reprobaban la forma de conducirse del FBI, les parecía inverosímil que en tres días hubieran podido identificar a quienes parecían ser los responsables del atentado, y no dudaban en manifestar que aquello era una cortina de humo elaborada por el tío Sam para justificar alguna nueva invasión en la que se inculpaba a inmigrantes musulmanes para desacreditar a todos lo musulmanes y todos los inmigrantes. Y que aquellos jóvenes chivos expiatorios terminarían por ser sacrificados en un baño de sangre para que el esquema “autoatentado-invasión” (esta vez quizá a Chechenia) se desarrollara de nuevo, como siempre lo han hecho los gringos. (Aunque teóricos de la conspiración supremacionista estadounidense señalan que ese esquema se ha repetido desde Pearl Harbor a las Torres Gemelas, sólo se tienen el dato confiable del incidente del Golfo de Tonkin, desencadenante de la intervención estadounidense en la guerra de Vietnam, y que el propio gobierno de EU se encargó de divulgar durante la administración Clinton).

      ¿Cómo es que se les podía hacer tan difícil imaginar el siguiente escenario de investigación? La ciudad de Boston tiene cámaras de seguridad, como muchos otros sitios en el mundo. Y además de la cobertura mediática que tenía el maratón, entre los asistentes mucha gente llevaba sus cámaras fotográficas y de video. La probabilidad de que alguno de tales fotógrafos profesionales y amateurs pudiera haber capturado la imagen de los terroristas era muy alta, por lo que los investigadores se dieron a la tarea de pedir a todos esos archivos. ¿Usted no hubiera buscado colaborar si el caso hubiera ocurrido en México? Pero aún mejor, los investigadores contaban con la asistencia de testigos presenciales, como Jeff Bauman, quien esperaba en la línea de meta a su novia y miró con curiosidad a un hombre de gorra, lentes oscuros y chamarra negra que depositaba su mochila en el suelo. No le prestó mayor atención. Un par de minutos después la bolsa estalló con su contenido, el cual dejaría sin piernas a Bauman. Cuando volvió en sí en el hospital, pidió lápiz y papel y comenzó a describir al sospechoso. Recordaba al tipo y quería aportar datos.

       Y a pesar de que, una vez que se liberaron los trazos de quienes eran los sospechosos (a quienes se les denominó “sospechoso 1” y “sospechoso 2” y no “criminal 1” y “criminal 2”), muchos insistían en que era un montaje y que ya se culpabilizaba de antemano a estos sujetos, sin habérseles llevado a juicio. Así, el asalto que llevaron a cabo en una tienda 7Eleven fue montaje, las bombas que arrojaron hacia la policía en su huida fue un montaje, el policía que murió en el MIT fue un montaje, la muerte de Tamerlan fue un asesinato a sangre fría perpetrado por los cerdos, el secuestro exprés de un conductor (a quien en un exceso de orgullo le revelaron que ellos habían sido los responsables de los bombazos y al que liberarían cuadras adelante) también fue un montaje. Todo montaje. Y les parecía excesivo que la policía de Boston estuviera de “cacería”. ¿Pero cómo se le podría denominar al hecho de poner a 9000 agentes tras la pista de un sospechoso al que se le había visto huir hacia Watertown, en las afueras de Boston? ¿“Seguimiento masivo de probable responsable”? (No olvidar, por otra parte, que el término “cacería” se usó este mismo año para buscar a un ex policía en el área de Los Ángeles y allí nadie dijo nada).

      Pero el hecho más triste fue aquella especie de justificación que dieron algunos: “Estados Unidos se lo merecía”, “Tanto lloran a cuatro personas, que si el niño, la mamá, la hermana gabachos, que si el migrante... ¿y los niños muertos por sus bombardeos en Gaza o en lugares de Medio Oriente sólo por matar a un terrorista? Jojojo siempre los gabachos son buenas personas y a todo el mundo nos debe de doler sus muertos”.

      La rueda del karma había girado y ahora los sembradores de calamidades cosechaban a sus muertos. Quizá. No se puede negar ni defender el terrible papel histórico que como policía mundial autoimpuesta ha desempeñado Estados Unidos. Pero es una falacia lógica creer que si se siente piedad por las víctimas de este hecho, entonces se es proyanqui o se desprecia y minimiza las terribles situaciones por las que han atravesado y atraviesan en algunos lugares, como por ejemplo Gaza. 
      Celebrar la muerte, y no de George W. Bush y Dick Cheney y el resto de sus halcones, verdaderos provocadores de la situación mundial en aras de la “libertad”, quienes deberían haber sido enjuiciados desde hace mucho y estar tras las rejas y no en mansiones disfrutando de su retiro, sino de tres inocentes que habían ido a un evento a apoyar a sus familiares, es verdaderamente vil, indigna de cualquier persona. Algo que deberían reflexionar aquellos que están prontos a descalificar a Estados Unidos sólo por ser Estados Unidos y a ver su lado oscuro en cualquier situación.


Imagen de Martín Richards en su salón de clase.
El cartel dice: "Basta de lastimar gente. Paz".


Un grupo de combatientes sirios sostiene una manta en la que se lee:
"Los bombazos de Boston representan una penosa escena de lo 
que ocurre todos los días en Siria. Acepten nuestras condolencias".