martes, 6 de octubre de 2015

DEL GRITO DE "PUTO" A UNA CONSTITUCIÓN. Estupidez e Inteligencia Colectiva (IV de V)




Modelos desde el gobierno. La Ley Federal de Consulta Popular

El gobierno peñanietista y los firmantes del Pacto por México pasaron una ley hace un año y medio que se supondría sentaría las bases para que los ciudadanos participen en las decisiones del gobierno. Es, por supuesto, tan acotada que muchos podrían pensarla como simulación. Tiene cosas que parecerían buenas: por ejemplo, evitar que se puedan acortar derechos humanos ya conquistados. En cuestión de Derechos Humanos, cada uno que se gana es irrenunciable. Pero por otro lado, en cuestión de Seguridad, no se puede opinar sobre las Fuerzas Armadas permanentes o las políticas implementadas con relación a ellas y su función (es decir, que si volviera a aparecer un presidente con fantasías de “ganar la guerra contra las drogas”, se podría disparar otra nueva hecatombe de desapariciones y violencia extrema, y el pueblo continuaría de espectador). Para más inri, entre las cosas que el pueblo consultante no puede pedir cambios se encuentran los fundamentales: los de dinero. Los ingresos y gastos del Estado no están a discusión. Entre estos, por supuesto, se encuentra el financiamiento de los partidos, los sueldos de los senadores y diputados y los altos mandos de la burocracia. Las partidas secretas. El apoyo monetario por el día de la madre para los magistrados de la Suprema Corte de Justicia (que, ¡pobrecitos!, no ganan lo suficiente para ayudar a sus pobres mamás). Y etcétera. Tampoco se puede poner a discusión la organización del Estado.
     De ahí en fuera, el pueblo es libre de proponer consultas sobre aspectos de trascendencia nacional. ¿Cuántos vienen a botepronto? Bajar los impuestos... No, no se puede, es ingreso del Estado. ¿Hacer exámenes de aptitud a todos los funcionarios públicos, no sólo a los maestros? ¿Legalizar las drogas? ¿Dividir el país en estados-regiones más funcionales? ¿Pedir que el acceso a internet sea derecho humano? ¿Mayor matricula escolar? ¿Pedir que se disminuya el número de diputados? (¿En realidad conviene que se haga eso o lo que se debe reducir es su salario?) ¿Convertir a la Secretaría de la Función Pública en un órgano autónomo? ¿Establecer un Salario Máximo a todos los ciudadanos mexicanos y un límite máximo de ganancias a las empresas, basado en una fórmula económica justa y distributiva, como podría inferirse de la lectura del libro El Capital en el siglo XXI de Picketty, para evitar la piramidación de la riqueza? ¿Que se aplique un solo reglamento de tránsito en todo el país? ¿Qué el presupuesto sea participativo? ¿Qué se establezcan mecanismos participativos para establecer el soberano Poder Popular, ese mencionado en el artículo 39 constitucional, como Primer y anterior Poder de la Unión pero que hasta ahora no tiene reglamentación?
    Al final de cuentas, el pueblo tiene dos alternativas en esa Consulta Popular: Sí/No. Pero el hecho sólo contará si participa el 40% del electorado en la consulta. Pongamos por caso que un grupo de personas se pone de acuerdo para que la pregunta: “¿Debe renunciar el presidente de inmediato?” sea llevada a consulta. Que traspasa los filtros partidistas de las Cámaras de Senadores y Diputados, y del Poder Judicial de la Federación (que puede o no echar mano de la ley para indicar si ese cambio pretendido es inconstitucional, puesto que el cargo es irrenunciable y no hay demostración legal de que el sujeto haya cometido delito y que lo decidido en las urnas es más representativo que su oposición). Bastaría, una vez en la papeleta, con que quienes no apoyen la moción eviten responder, para que el probable 30% de votos afirmativos no alcance la cifra de participación deseada para ser vinculatorio y quede desechada. No faltarán unos chescos y una lana para abstenerse de votar en esa moción. La abstención será el único NO verdadero.
    Pero bueno, no se emocionen mucho con la consulta de ejemplo (a los que les emocione esa consulta), pues en el hipotético caso de que se efectuara, la consulta se llevaría a cabo en 2018, cuando ya no tendrá importancia si el personaje se va, porque ya se iba de todas formas. Aunque claro, no dejaría de ser simbólico que el sexenio terminara en interinato...
    En este esquema, las consultas verdaderamente fundamentales (pues los partidos comenzarán a mover sus influencias en las importantes)1 tendrían que estar relacionadas con aspectos legales. Es decir, con cambios precisos en la redacción de los contenidos de los enunciados de las leyes. Sustituciones conceptuales específicas. Y esas las propondrían, por supuesto, expertos pertenecientes a grupos de interés (no necesariamente interés “capitalista”), pues el método así planteado lo favorece. Tiene la incipiente posibilidad de que cualquiera en el pueblo pueda convertirse en un grupo de interés, pequeños grupos de interés pegados a la pirámide que significan el Poder Ejecutivo, Legislativo y Judicial, pero reduce el despliegue de la riqueza de la totalidad de exigencias del pueblo. Además, el método propuesto genera lentitud. Tiene que sortear varios escollos: los de la consecución de firmas con nombre y número de credencial de elector en un plazo que no se define en la Ley, que lo vean bien los diputados y senadores (quienes responden a sus propios intereses y los de sus partidos), que lo vea bien el Poder Judicial...
     Es la voz de un niño (el pueblo) al que sus padres (el gobierno en funciones del Estado) decide, tras muchos plazos, burocratismos y obstáculos, si lo dejará que tome una decisión. Pero como a niño, al pueblo no se le admite que decida sobre los asuntos importantes: el gasto y el ingreso, sobre cómo funciona la disciplina de seguridad, sobre cómo se toman las decisiones. Las peticiones que de la Consulta Popular emanen serán, por tanto, muy restringidas: un paliativo del descontento, una cortina que enmascara las decisiones fundamentales, la simulación de una democracia. 
    (Nota: pero al menos la Consulta Popular ya está ahí y mal nos veríamos si la dejamos sin usar).



1Pues se debe recordar que no es lo mismo lo fundamental que lo importante, aunque a veces se confundan.



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