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En estas elecciones
no son cinco personas las que aspiran a la silla presidencial, sino
dos visiones de México distintas. Es casi como si lo que viéramos
en el actual proceso electoral fuera un bipartidismo.
Cuatro de esos
candidatos representan a una sola facción: la de “la continuidad,
la tradición tecnócrata”. En sus representaciones más desviadas
cobijan visiones de ultraderecha: son la cultura del
“tener-para-poder-ser” aun si para conseguirlo se le niega el ser
y el tener a los otros. La del pensamiento “¡vamos, capitalismo,
tú puedes alcanzar un crecimiento incesante!” *Recuérdese que el
crecimiento incesante no puede ser más que un cáncer y termina por
matar al huésped donde crece, que en el caso humano es el planeta.
La otra visión, la
de AMLO, si no diametralmente opuesta, sí representa una desviación
de varios grados al timón de las políticas públicas, además de la
necesaria sustitución del grupo de personas (o como se dice, de una
#rotaciónderateros) que ha sido históricamente usufructuarias del
control de los aparatos del Estado. Este “adueñarse” del
gobierno para sus grupos, ha derivado en la corrupción, la
ineficiencia y el poco desarrollo de nuestro país y los propios
aparatos del Estado.
No será, sin
embargo, la victoria de AMLO la panacea de ese cáncer, aunque se
apresure a denominarlo la Cuarta Transformación. Debe ser apenas, en
los seis años que le toque gobernar, el principio de una conciencia
general: la de que debemos explorar una nueva concepción de Estado
en colectivo. Esa concepción de Estado Mexicano es, asimismo,
una nueva concepción del Individuo Mexicano en el entramado global.
Aunque el número
es muy caprichoso, la idea de una “Cuarta” Transformación es
razonable y urgente en la actual condición del país, desbordado por
las condiciones de inequidad y desigualdad económica y cultural que
desembocan en sus principales problemas: delincuencia e impunidad
practicadas y normalizadas en todos los niveles del gobierno y la
sociedad…
Esa idea, por sí misma, rebasa por mucho tanto las
propuestas de los candidatos prianredistas como las acciones
que sus gobiernos han emprendido siempre a medias, siempre más
concentrados en encontrar el lado del negocio particular en las
inversiones públicas (haciéndole honor al dicho de “no me den,
pónganme donde hay”).
Ahora, una vez puesto nuestro voto no tanto en el hombre AMLO, sino en la vía de izquierda, ¿cómo
llegar, desde nuestra postura individual, la postura individual de cada quien, a una Cuarta Transformación verdaderamente trascendente para la sociedad?