La Inteligencia
Colectiva y un par de ejemplos
Pierre Levy, en su obra Inteligencia Colectiva: por una antropología del ciberespacio, desmenuza la
pirámide del método de organización y comunicación política
actual y tradicional (que él define como "molar"), basado
históricamente en individuos y grupos manifestándose como “líderes
de la comunidad”: sacerdotes, reyes, iluminados, cabecillas,
caudillos, diputados, presidentes, expertos; y a ello opone la
posible vía "molecular", una organización social colectiva horizontal
que se vincula en tiempo real, del individuo a la sociedad y de la
sociedad al individuo, gracias a la herramienta del internet, y que
no carece de voces visionarias pero que no son impositivas.
Plantea las posibilidades de desarrollo de las comunidades en el
ciberespacio (mediante el ciberespacio),
siempre y cuando la inclusión, la igualdad horizontal, el debate
de la diversidad de posturas (sin descalificarlas a priori), se
establezcan como principios rectores: “en una perspectiva política,
las grandes fases de la dinámica de la
inteligencia colectiva son
la escucha, la expresión, la decisión, la evaluación, la
organización, la conexión y la visión”, en la que cada una de
ellas está en relación con las demás. A partir de esto, se genera, más que el caos, una "profundización de la democracia", una "democracia en tiempo real". De su lectura obtengo la
intuición de que las sociedades humanas deben tender cada vez más a
establecer una autonomía participativa del individuo que las
integra. Al conjuntarse la comunidad en esa forma, se convierte en un
ente distinto: un ente pensante colectivo. Una vez introyectada, asimilada en
el individuo la capacidad de resolver por sí y con los otros los
problemas de la comunidad, quedan abolidos los antiguos
intermediarios por anacrónicos (los históricos representantes que tomaban las decisiones, ya
sea electos o no, de los antiguos sistemas piramidales). Me permito citar a Pierre Levy largamente dos veces:
La fuerte interacción entre las técnicas de comunicación y las
estructuras de
gobierno fue confirmada por varios acontecimientos
políticos recientes [recordemos que el libro fue escrito en 1994 2004, pocos años tres lustros después de la caída del bloque soviético y en los albores del internet]. Los
regímenes autoritarios, muy adaptados a
los medios unidireccionales,
centralizadores y territorializados,
resistieron mal las redes telefónicas, los satélites
de
televisión, los fax, las fotocopiadoras y todos los instrumentos que
estimulan
una comunicación descentralizada, transversal y no
jerárquica. Los medios masivos
contemporáneos, al difundir
ampliamente todo tipo de ideas y representaciones,
cuestionan los
estilos de organización rígidos y las culturas cerradas o
tradicionales.
A pesar de inevitables reacciones y de retrocesos a
arcaísmos, demostraron así su
inmenso poder crítico. Pero si bien
propagan emociones, irradian imágenes y
disuelven los aislamientos
culturales, los medios masivos constituyen un recurso
débil
para ayudar a los pueblos a elaborar colectivamente soluciones a sus
problemas y a pensar de conjunto. Después de que nuestras sociedades
han
experimentado los poderes críticos y deterritorializantes de
los medios clásicos,
¿por qué no experimentan las capacidades de
aprendizaje cooperativo, de
constitución y reconstitución del
vínculo social que encierran los dispositivos de
comunicación para
la inteligencia colectiva?
Las innovaciones técnicas abren nuevos campos de posibilidades que los actores sociales desprecian o toman sin ninguna predeterminación mecánica. No se trata de razonar en términos de impacto (¿cuál
será el impacto de las “autopistas
electrónicas” en la vida
política?), sino de proyecto (¿con qué fin queremos desarrollar
las redes numéricas de comunicación interactiva?). La forma y los
contenidos del ciberespacio son aún indeterminados. Un vasto campo
político y
cultural, casi virgen, se abre a nosotros. Pudiéramos
vivir uno de esos momentos
muy raros en los que una civilización se
inventa ella misma, deliberadamente. Pero
esta apertura no durará
quizás mucho tiempo. Antes de comprometerse
ciegamente en vías
irreversibles, es urgente imaginar, experimentar y favorecer,
en el
nuevo espacio de comunicación, estructuras de organización y
estilos de
decisión orientados hacia una profundización de la
democracia. El ciberespacio
podría convertirse en un medio de
exploración de los problemas, de discusión
pluralista, en hacer
visibles procesos complejos, de toma de decisión colectiva y de
evaluación de los resultados cercanos a las comunidades en cuestión. (Levy, 2004, pág. 41-42).
Pero nuevamente, y a pesar de todos los argumentos, se elevan sospechas: ¿esta democracia en tiempo real no es la máscara para una nueva forma del totalitarismo? Si deseamos entendernos bien sobre el sentido de las palabras, no hay nada de eso. Orwell enunció maravillosamente la fórmula del totalitarismo: “Big brother is watching you”. La política mediática invierte simplemente la fórmula del totalitarismo: en lugar de organizar la vigilancia constante de los individuos por el partido-Estado del dictador, ella fija la vista de cada cual en las vedettes políticas. Todo el mundo mira a los mismos: al presidente, a los ministros, a los periodistas, a los “mediáticos”. Sólo se les ve a ellos, sólo se habla de ellos. Ahora bien, la democracia en tiempo real organiza no la visión de un poder sobre la sociedad y las personas (totalitarismo), no el espectáculo del poder (régimen mediático), sino la comunicación de la comunidad con ella misma, el conocimiento de sí del colectivo. Y con ello, suprime la justificación del poder. Pues es precisamente cuando el colectivo no se conoce a él mismo, no controla su propia dinámica y no logra producir enunciados complejos, cuando “se precisa” de un poder. Para mantenerse, este poder no cesa de impedir la emergencia de una inteligencia colectiva que llevaría a la comunidad a obviarlo. (Levy, 2004, pag. 53-54)
Nota: Todo lo entrecorchetado y los resaltados son míos.
Muestras de la autoorganización se han dado en todas las épocas.
La idea misma del olimpismo sólo encontró eco en la aceptación y
trabajo y financiamiento solidario del pueblo.1
En México, baste recordar el terremoto de 1985 y la capacidad que
demostró la gente para ayudar en el rescate de víctimas ante un
hecho que rebasaba a las autoridades. Hay quien afirma que tras ese desastre natural emergió en nuestro país el concepto en acción de la "sociedad civil" (aunque algunos hablan ya de que dicha expresión ha menguado). Existía, pues, la Inteligencia
Colectiva, pero carecía de cauces materiales de expresión verbal.
El ciberespacio, no obstante, da muestras no sólo de capacidad de
organizar las acciones, sino más importante aún, el pensamiento.
Wikipedia es, sin lugar a dudas, una demostración palpable de esto
último. En esta herramienta se ha puesto en
circulación la idea fundamental de sistematizar y propagar el
conocimiento (método de refinación humana que se ha promovido desde el Siglo de las Luces). Se ha abierto la convocatoria
para que cualquier persona, a través de su conocimiento o su
búsqueda de conocimiento participe a nivel global en la creación de
una gran enciclopedia verídica que sirva de faro general. Que el
conocimiento allí depositado sea, aun si no es el más deseable, el
más informado, el más preciso, si no eso, al menos el más honesto
del máximo grado de honestidad intelectual de cada persona que
participe en su creación y edición, y se confronte con el
conocimiento informado de otra persona para su mayor precisión.
Participa en ella la gente que se ha tomado en serio el compromiso de
tener una enciclopedia general de la humanidad. El individuo puede estar en
cualquier lugar del globo, en absolutamente cualquiera donde haya conexión a la red para acceder a Wikipedia y obtener una guía en la resolución de una
duda o intervenir en la edición de su contenido. Con sus millones de visitas diarias y su ético método de
funcionamiento, es, sin duda (y con sus salvedades), el primer
proyecto exitoso del ciberespacio en el que se reúne la Inteligencia
Colectiva.
1La
primera Olimpiada surgió gracias a la suscripción que Pierre de
Coubertin llevó a cabo entre la gente. Fue pues, la gente, y ricos
entre la gente, quienes dieron el primer impulso a una idea que
hablaba de deporte, de competencia, en un grado de “hermandad y
unión, sin ánimo de lucro”.