Escribo una elegía por Nimrud no como poeta (sé que carezco de los dones y la disciplina
para adentrarme por ese camino), sino como fervoroso de la historia que, en las
noticias recientes, ve con estupor que esta ciudad de la antigua Asiria ha sido
detonada por órdenes de los dirigentes de eso que se hace llamar Estado
Islámico, un emergente estatoide teocrático que ha brotado como barro de grasa
y azota con su fanatismo redentor regiones de Irak y Siria.
Como mi elegía no es de poeta, resulta tosca,
por decir lo más; espero que ciertos matices históricos y reflexivos puedan
ayudar a entender la frustración que me provoca el indignante final de este
sitio arqueológico.
Elegía por la ciudad
de Nimrud
1 Oh Nimrud, mañanera flor
urbana del Tigris, desconocida para mí: no estabas muerta.
2 Oh Nimrud coronada, tu seno
rebosante
3 de bueyes y gansos y
antílopes y patos grandes y corderos
4 y ocas y jerbos, cerveza y
pan,
5 alimentó a 69,574 personas
en el Palacio del Alborozo
6 hace dos mil ochocientos
noventa y cuatro años:
7 Nimrud,
que conociste los primeros acueductos,
8 no estabas muerta.
9 Oh, anciana Nimrud, tu verdugo
no fue el babilonio Nabopolasar
10 que dejó a ti y a tus
hermanas principales, Assur y Nínive, malheridas, catatónicas,
11 a la intemperie, flores pisoteadas y secas.
12 Oh, Nimrud, mucha agua mucha,
mucha, día tras día,
13 fluyó por el Tigris, todo
cambió sobre el terreno
14 donde tu forma física reposaba.
15 (Triunfó el Único
dividido en únicos, que devoró a tus dioses
16 y
con tus joyas, tus anillos, tus collares,
17 engalanó los
vestidos de sus propias leyendas).
18 Cuando la niña arqueología
levantó el sudario de arena con que te arropó el desierto
19 y contempló forense tus huesos
20 notó que no estabas muerta: tu labio de piedra
se movía:
21 hablaron tus muros, la orientación de tus
calles,
22 tus esculturas, tus bajorrelieves, tus
tablillas.
23 Oh, Nimrud, no sabíamos que
las huestes de Nabopolasar seguían en campaña
24 y ayer mismo, los bisnietos
guerreros de sus bisnietos guerreros
25 de tus bisnietos guerreros,
los leidores unilectura trastornados
por la literalidad,
26 en la locura de la interminable
guerra,
27 como perros rabiosos que en su
enajenada enfermedad
28 muerden la mano que desde el fondo del tiempo los
alimenta,
29 te desconocieron (damnatio memoriae)
30 y con sus hocicos
criminales arremetieron contra tus inermes muros y
31 cimientos, desplumaron tus
aladas piedras.
32 No estabas muerta, Oh Nimrud,
33 Me pregunto si lo estás, si
aún ahora, tierra revuelta, tumba de ti misma, lo estás.
Algunas notas aclaratorias a los versos
Verso 1. La zona de Nimrud ya estaba poblada siglos
antes de que Salmanasar I, rey asirio del imperio medio, la convirtiera en
centro administrativo, hacia el 1300
a.n.e. Los asentamientos humanos a lo largo de los
cauces de los ríos Tigris y Éufrates, abriéndose paso en esa fértil y abundante
región, fueron los primeros hasta la fecha de que se tiene certeza que
derivaron en núcleos netamente urbanos, hace cinco mil años. Nimrud, también
conocida como Kalha, fue de las flores mañaneras de este reciente, pero ya
viejo, jardín en llamas de la civilización.
Versos 2-7. Descubierta en Nimrud en 1957, la Estela del Banquete nos describe en caracteres
cuneiformes la celebración de diez días con la que Asurnasirpal II da por
concluidos los trabajos de fortalecimiento de la ciudad y construcción del Palacio
y acueducto (en 879 a.n.e.)
y la nombra capital del imperio asirio. Dicha capital duraría unos ciento
cincuenta años antes de que Sargón la trasladase a Dur-Sharukin (la moderna
Khorshabad) en 717 a.n.e.
La estela es la placa conmemorativa de la
fundación, reconstrucción, embellecimiento de la ciudad, el “informe” final
estatal de la gloria de los trabajos realizados, en el que el monarca habla en
primera persona de los elementos que hubo en la solemne bacanal. Los animales
mencionados en mi planto palidecen en número con los que se mencionan en la Estela.
Sólo el nombrar el banquete llenaría una página entera. Pero
según los cálculos, a cada persona le tocaría un kilo diario de carne:
“Cuando yo inauguré el palació en Kalah,
agasajé por diez días con comida y bebida a 47,074 personas, hombres y mujeres
que fueron invitados a asistir de cualquier parte del reino entero, así como a
5,000 personas importantes, delegados de los países Suhu, de Hindana, Hattina,
Hatti, Tiro, Sidon, Gurguma, Malida, Hubushka, Gilzana, Kuma y Mushashir,
además a 16,000 habitantes de Kalah de todas formas de vida, 1,500 oficiales de
todos mis palacios, en total 69,574 invitados de todos los países mencionados
incluido la gente de Kalah; y todavía los proveí de los medios para que se
limpiaran y ungiesen. Les hice los debidos honores y los envié, saludables y
felices, a sus países.”
(Por si aún te lo preguntas, el jerbo,
que se sirvió en esa comilona, es un roedor saltador al estilo canguro).
Versos 9-17. Nabopolasar (¿?-605 a.n.e) fue coronado rey
de Babilonia en 626 a.n.e., tomando
algunas de sus ciudades sureñas, como Uruk, y la propia Babilonia, tras haber
derrocado a los reyes títeres impuestos por la capital Asiria en Nínive. Abrió
la comunicación diplomática con sus vecinos elamitas, devolviéndoles las
estatuas sagradas que en conflictos anteriores les habían rapiñado.
De cierta manera, los babilonios buscaban su
independencia y remontarle el marcador al imperio asirio.
Diez años después, los babilonios, con el
decidido Nabopolasar al frente, habían pasado a la ofensiva y fueron a
contracorriente el río Tigris hacia el norte, donde para el año 612 a.n.e.
ya habían destruido, saqueado y ocupado las importantes ciudades de Assur y la
capital Nínive.
Kalah (Nimrud) se encontraba entre ambas
ciudades y fue paso obligado de la devastación y el saqueo de Nabopolasar. Quemaron,
destruyeron, y los sobrevivientes emprendieron el camino del errabundo. Sus
ruinas continuaron intermitentemente habitadas durante muchos años, pero los
cambios de centros políticos, convirtieron a Nimrud en un pedazo olvidado de
tierra a la que el polvo cubrió en pocos años. Luego durmió siglos, en el
cementerio de la media luna fértil.
Para el medioevo, al surgimiento del Islam en
la región de la para entonces olvidada Asiria, Kalkhu era sólo un recuerdo en
los libros hebreos y cristianos.
Dicho sea de paso, ahora que hablamos de libros
hebreos, que las historias sumerias (como el diluvio de Hathrasis, contenidas
en La gesta de Gilgamesh, el poema
más antiguo del mundo), fueron copiadas deficientemente en textos como la
historia de Noé, en el Génesis. La historia se repite también con Noé en el
Corán, pero con menor elaboración.
Sin lugar a dudas, inundaciones existían cada
determinado tiempo en aquella región, pero el evidente tratamiento mágico/literario
similar indica que aquel relato era uno de esos duraderos y aleccionadores que
quizá se recordaba en comunidad y verbalmente en ocasión de los desbordamientos
de ríos o de las lluvias torrenciales.
Versos 23-31.
Como saben,
Estado Islámico sumó a la lista de sus crímenes de lesa humanidad los
patrimoniales, con la destrucción, el pasado 15 de abril, del ala norte del
Palacio de Asurnasirpal II.
En un absurdo y desproporcionado intento por
acabar con dioses enemigos para instaurar “al de verdad”, se fueron contra
dioses muertos. Dioses que ya no reciben culto en ningún lugar. (Se puede pensar, por supuesto, que al “dios”
que atacan es a la ciencia, en su avatar de ciencia social, tan cara a los
occidentales).
La primavera
árabe y la radicalización de este estatoide criminal, han puesto el dedo en la
llaga acerca de la necesidad de nueva construcción estatal en los países
musulmanes (y no sólo en ellos: la situación de las cosas, la rampante pobreza,
la depredación de recursos naturales indica que dicha reforma tendría que ser
mundial). Hace falta, a nivel panárabe, establecer una reforma, al estilo
Juárez. La escritora somalí Ayaan Hirsi Ali propone cinco
tesis que podrían ser punto de inicio de dicho proceso.
Versos 32-33.
¿Habrá
muerto Nimrud? ¿Ahora sí habrá sido su verdadero final? Espero, como aquel taoísta
del cuento, que de lo malo pueda salir algo bueno, aunque en este momento el
panorama sea muy oscuro.
Quizá la memoria colectiva sea la
que la mantenga viva. Dejo aquí algunos enlaces sobre Nimrud para el interesado.
Un completo catálogo de archivos y recursos online.
Un libro de 2002 de conferencias sobre esta ciudad. Una página con algo de joyería y utensilios encontrados en Nimrud.