La Gran
Descomposición Mexicana, etapa histórica de esta región pero
indudablemente de perfiles mundiales, iniciada a principios de los ochenta, y
acelerada por las ideas mesiánicas del salinato y el calderonato
(unas del campo económico, las otras en el ámbito de la seguridad,
ambas perversamente equivocadas), ha terminado por desembocar, llena
de sangre y dolor, en la noche de Iguala.
Para muchos de quienes
hemos asistido a este hecho como espectadores horrorizados por su
corrupción e insensatez, nada puede ni volverá a ser lo mismo.
Este lodo, este
estiércol no puede ser México. No puede ser eso un país siquiera
habitable de este mundo.
Durante las
marchas por justicia a ese crimen, he podido constatar la gran variedad de
visiones, incluso divergentes, que piden por cambios a fondo.
Multitud de modelos enarbolados por organizaciones, colectivos,
individuos de diferente origen y escolaridad, incluso anarquistas,
que sin embargo no se escuchaban unos a otros a pesar de que los
consumiera la misma indignación: el asco ante un sistema antihumano
cimentado en leyes que se respetan de forma discrecional por las cúpulas. Un
sistema que se ha vuelto tan hegemónico, hasta en los partidismos,
que, lamentablemente, no lo padecen sólo los pobladores de México,
sino la mayoría de los pobladores de ese minúsculo grano que
habitamos en el espacio. Así es, al parecer todo el género humano
está jodido. Y habitan un grano.
Y aunque en la
ruta a seguir durante la marcha para gritarle al adversario sí pueden ponerse de
acuerdo todos esos andantes, en la forma de plantar cara a ese hecho,
de articular en acciones inteligentes las propuestas, no.
A mí se me vino
una idea a las mientes.
Se trataba de
evitar la mera consigna y adentrarnos a lo importante: las ideas.
Por ello era indispensable ponerlas frente a frente en un foro público y que
pudieran ser analizadas y debatidas por expertos (investigadores,
profesionales de cada área legal y social involucrada), de cara a
miles o millones de personas que pudieran verlo y emitir su opinión.
El foro se podría transmitir por internet, donde se garantizaría su
accesibilidad, su disponibilidad constante, su transparencia y su
posibilidad de resultar un material que generara puntos de acuerdo
que pudieran convertirse en un documento resolutivo que confrontara
con sustentada razón a la sinrazón de la clase gobernante.
Pero la verdad,
no me animaba a ponerla en práctica.
Una idea así
requiere de todo el tiempo que no tengo y de los recursos de los que
carezco.
Pero pasaban los
días y todo parecía en calma, que la indignación se había
apagado, que la gente otra vez iba a cerrar los ojos y permanecer
apática, de regreso a la noria donde avanzar y callar es la única
norma. Me dije que había que dar el paso hacia adelante en la
oscuridad que hay hacia el futuro de toda idea y ver si pisaba sobre
tierra firme.
La reacción que
la exposición de dicha idea (sobre un foro televisado por internet
de expertos analizando con sentido científico y legal las propuestas
surgidas del descontento para configurar un documento consensuado,
racional, de acción práctica), creaba un cierto halo de
incredulidad por la aplicación entre las personas a las que se las
comentaba.
Quizá hablaba
con las personas equivocadas. Porque, a pesar de sus objeciones, la
posibilidad de construir un foro de esas características implica
trabajo fuerte, sí, pero tampoco nada insalvable (siempre y cuando,
por supuesto, no hubiera represión y hubiera un bien organizado
conjunto de personas detrás). ¿Cuántos profesionales
verdaderamente conscientes no podrían ponerse a debatir y analizar
con conocimiento de causa las materias más áridas... en un universo de
aproximadamente 1652 universidades en toda la república? Yo suponía
que al menos cien, y me estoy yendo a un número bajo. Cien
profesionales informados. Ya fuera por invitación o por convocatoria
abierta, en todas esas universidades hay estudiosos de los temas a
tratar que podrían aportar datos y visión especializada al examinar
propuestas.
Y en
estos tiempos, costear la transmisión online de un Foro no resulta
en realidad tan caro. Con una buena banda ancha y un buen uso del
recurso creativo que hay en todos los que buscan una transformación
del estado de las cosas, se podía adecuar un espacio para que de
forma contundente se aportara un documento con que enfrentar esta
realidad atroz, con que combatirla. Un documento representativo.
En fin, que ante
cierta pasividad que notaba y cierta urgencia que me notaba de
aplicar acción a los temas de la construcción de un contradiscurso
incluyente, vasto, racional, decidí compartir esta idea con el mundo
a través de las redes sociales y ver quién se apuntaba a ponerle
movimiento. Después de todo, una idea se sabe si funciona o no hasta que se aplica en el
plano de la experimentación real, y por otra parte, la primera
actividad planificada era la más sencilla (y más vital): recopilar
todas las propuestas posibles que enunciaran cualquier problemática
y solución, proveniente de cualquier parte. Ni siquiera era una
labor de discriminar su tendencia ideológica o considerar la
viabilidad o no de la propuesta, sino de simplemente añadirla,
consignarla. La intención era que, en un ámbito de profesionalismo,
e incluso pedagogía, se hablara durante esos debates de todo lo que
integra a un Estado, el papel que el sujeto individual tiene en éste,
la aplicación de un modelo congruente de relaciones económicas en
un momento histórico de desigualdades tan acusadas. Hice un grupo
virtual con más de ochenta personas que, de una u otra forma, se
habían interesado por la idea (sobre todo de forma escéptica y
cuando aún era más bien una nebulosidad) y comenzamos a recabar
información. Planteamientos sobre los más variados temas de Estado
y su administración, seguridad, educación, comercio, industrias
nacionales, justicia, alternativas y modelos de vida económica,
seguridad social y laboral, solidaridad social, integración social,
responsabilidad comunitaria, reconstrucción del tejido social,
distribución de los ingresos, lucha social, aparecían ya en los
primeros documentos integrados.
Y entre esas
propuestas apareció (compartida por el cantautor Picke Rivera) la propuesta organizada que miembros de la sociedad
civil han estado haciendo para una Constituyente Ciudadana y Popular, es decir,
una nueva Constitución que no continúe acentuando las disparidades
del modelo actual. Al leer a fondo su propuesta de acción, pude
notar similitudes con el Foro Resolutivo que había pensado (análisis
de expertos universitarios, propuesta incluyente, humanista, giro
fundamentado e informante) y concluí que los proyectos son demasiado
parecidos como para duplicarlos. Además, la Constituyente Ciudadana
tiene la proyección de configurar una idea general, no solamente
algunos cambios por más abarcadores que sean. Y sobre todo, cuenta con el apoyo popular y de figuras reconocidas.
Por ello, he creído prudente que esa idea que solté sobre un Foro de acciones
resolutivas, se integre, desde la libertad de expresión, al
movimiento que ya se echó a andar y del que no hay vuelta de hoja. Espero pronto ponerlos al tanto de lo que ocurre y las formas de acción que se llevan a cabo.
Por lo mientras, recomiendo la lectura de este material, como una especie de introducción.
Historia de las constituciones mexicanas, de Emilio O. Rabasa.