El atrapador de papalotes sería
quizá un título más libre, aunque preciso (en lo que podría
denominarse “el castizo mexicano”) para traducir el título de
“The Kite Runner” (publicada por Salamandra como Cometas en el
cielo), del escritor estadounidense Khaled Hosseini, de raíces
afganas. Se entiende que los responsables de su publicación en el
ámbito hispanoamericano buscaran un título que fuera comprensible
para todos los lugares donde se habla español, pero por supuesto,
pierde mucho de su fuerza original en aras de la neutralidad
idiomática (y, dicho sea de paso aunque sea un tema aparte,
uniformización global del lenguaje español cuando se hace una
traducción). Estos preámbulos, por supuesto, los genera la
deformación profesional de dedicarme a la traducción y están fuera
del texto.
El atrapador de papalotes,
enmarcada en Afganistán entre los años 1970 y 2001, cuenta la
redención de Amir, que cuando niño, en el día más feliz de su
vida, fue testigo omiso de un acto atroz y cuyas secuelas y
remordimientos ante su pasividad lo persiguen. Esa culpa y su
incapacidad de manejarla, terminan por convertirlo incluso en un vil.
La denominada “invasión soviética” a Afganistán y las
consecuentes reformas y repercusiones que ello trajo a la vida
económica del país, obliga al padre de Amín a exiliarse a Estados
Unidos, donde Amir crece, se enamora y lleva una vida de estudio y
escritura hasta un día del verano de 2001, antes del atentado contra
las Torres Gemelas en Nueva York, cuando recibe una llamada de un
viejo amigo que le habla desde Pakistán, país vecino de Afganistán,
para decirle que “hay una manera de ser bueno de nuevo”. Tras esa
llamada, Amir volverá a Kabul tras dos décadas lejos a encontrar,
en medio del fanático régimen talibán, su propia salvación.
Con
esos referentes, Hosseini consigue mantener y guiar al lector a
través de escenas que generan emociones: desde la serenidad al
azoro, de la tristeza a la esperanza, mientras nos muestra hasta
dónde puede llevar los radicalismos y lo que es el perdón. La obra
además reseña con verdadera maestría pasajes de la historia afgana
contemplados desde la perspectiva desprejuiciada de un afgano que
mira y no reconoce su país, pero quiere que se sepa cómo es y por
qué es así. En general, es un libro de argumento sólido y
plenamente desarrollado.
Este
libro fue un best-seller en Estados Unidos. No resulta difícil
apreciar por qué: la novela es enganchante y aún estaba fresca la
guerra librada por su país para derrocar aquel régimen talibán,
que tanto daño y retroceso generó en Afganistán, sobre todo por su
necedad de querer devolverse hacia pasado aplicando una
interpretación literal de sus libros sagrados. Basta recordar el
desplazamiento que se hizo de la mujer de la vida pública durante su
época (1996-2001) y la destrucción perpetrada a los budas de
Bamiyan, monumentales estatuas talladas en las laderas de un
acantilado, de mil quinientos años de antigüedad (2001).