sábado, 1 de septiembre de 2012

Un actor de reparto


Toda propaganda tiene como finalidad convencer a las personas de adherirse a una causa o compartir una visión política y para ello acuden a todo tipo de recursos del viejo y subestimado arte retórico. Entre sus recursos más bajos se halla el de eludir la crudeza de los hechos y las frías estadísticas (que no son lo mismo que las encuestas), distorsionar ciertos aspectos de la realidad y apelar sobre todo a las emociones.
  Por ejemplo, a pesar de que hace una semana el Inegi señaló que el número de homicidios documentados en 2011 había alcanzado los 27,199, (con lo que ascendía a 95,132 los casos desde 2007; La Jornada, 21/08/2012), de los cuales hay que aclarar que no todos responden a la guerra contra el narcotráfico, o que el índice de desempleo se mantiene en un decente 5% simplemente porque la informalidad ocupa a quienes no encuentran un trabajo, en la siempre sorprendente televisión se emiten durante treinta segundos unos simpáticos mensajes del gobierno federal en los cuales el inquilino de Los Pinos hace un balance rápido de lo que ha sido su sexenio. Después de haber accedido a ese inquilinato tras un turbio proceso electoral (por decirlo en términos moderados) al amparo de la promesa de generar empleos al por mayor y tener las manos limpias; de darle un golpe de timón bajo la excusa de la “guerra contra el narcotráfico” a lo que se perfilaba como una presidencia asediada por los inconformes comandados por Andrés Manuel López Obrador (quien tuvo también sus momentos desiguales, como cuando aceptó tristemente ser proclamado “presidente legítimo”), ahora Calderón aparece frente a las pantallas con un discurso de despedida que sonaría lastimero si no fuera trágico, e indignante la carga de desfachatez sentimentaloide de sus productores.
  Desde que en 2007, debido al notable encrespamiento entre los políticos de distintas facciones, se decidiera cambiar el formato del Informe Presidencial y se propusiera que el Ejecutivo entregara por escrito las metas alcanzadas durante el año al Congreso para que éste, como órgano de representación popular, se encargara de su análisis, la forma en que se sustituyó la cadena nacional fue a través de machacones mensajes televisivos de menos de un minuto que, por más que intentaran recitar su información, no terminaban de comunicar nada. Con dicha reforma se trató de evitar el fasto y el ceremonial protocolario de lo que algunos consideraban “el día del presidente”. Esto, sin embargo, sólo ha contribuido a aumentar el analfabetismo político del ciudadano común: el único día que podía sentarse y escuchar de la propia voz del máximo dirigente de la nación cuál era el camino que se seguía (en medio de la ruta general de las naciones y la vida) y con ello medio analizar el panorama nacional al que debía enfrentarse, se rompió, se cambió por necesidades "coyunturales". (Dicen que algunos mexicanos aprovechaban ese día feriado para irse de puente, lo cual, por otra parte, es verdaderamente irrelevante ante el hecho de que simplemente al ciudadano se le ha relegado al papel político de votante).
  Los espotes que desde el fin de semana pasado han comenzado a transmitirse en los principales espacios de la televisión mexicana buscan informar al ciudadano de manera somera sobre ciertos “logros” en materia de seguridad, salud y educación. En ellos se aprecia a un presidente Calderón en diversas escenas de su vida como mandatario que serán dignas de múltiples análisis por parte de los historiadores del futuro, y seguramente muchos de ellos serán despiadados: se le ve caminando por el Palacio Nacional, arrancando una hoja de un arbusto (cual quinceañera anhelante en la flor de su cursilería), reflexionando con muecas en el rostro de sí o no sobre lo que hubiera pasado si él (con el auxilio de la labia policiaca y castrense) no se hubiera decidido a confrontar con toda la fuerza del Estado la terrible situación de las drogas o el problema de la salud para los que no tenían seguro o la educación de millones de niños.
  En este brevísimo ensayo no podemos atender los espots sobre salud o educación, los cuales merecen su propia discusión. En cambio, creemos necesario hablar de cómo retratan el asunto más intenso de la administración saliente: la seguridad. En el mensaje televisivo, Felipe Calderón asegura que, al tomar las riendas del Ejecutivo (un extra militar de gafas le extiende la banda presidencial y él la acepta, con rostro de gravedad) tomó la decisión de combatir de frente a los criminales. Recuérdese que en 2006 no eran “criminales” sino “narcos”, y la toma de protesta no se llevó a cabo en una oficina, sino en un Congreso convulso y que tuvo que entrar por la puerta de atrás. Dice Calderón que pensó en cuidar a las familias y en el país que se le dejaría a los hijos (aunque no tomó en cuenta que también esos “delincuentes” tienen familias y que sus hijos también pueden ser “hijos de la patria”). Dice haber actuado firmemente y que por eso hoy no hay un México que se arrodille frente al crimen (aunque existan muchos homicidios en los que los testigos prefieren huir y los MPs no investigar) y que ese abstracto de país se juega el “alma” (¡el alma!) por cuidar a su gente. (Un católico como Calderón debería tener en cuenta que el alma no se juega ante criminales, sino ante Dios, que es... otro capítulo...). Y remata diciendo, detrás de un cómodo escritorio, que esta lucha vale la pena por ti, lector, por tu familia y por México.
  El otro espot sobre seguridad tampoco tiene desperdicio para la crítica. Al comienzo se abren la puertas de madera (¿caoba, ébano?) del despacho presidencial y aparece Calderón detrás del mismo bonito escritorio diciendo que durante años creció el problema de la criminalidad y ellos tomaron decisiones difíciles porque los mexicanos pedían ayuda. Dicen haber pensado no en seis años, sino en el “futuro”. (Ah, pobre “futuro” tan socorrido y tan necesitado). Iba a haber riesgos, pero, frente al ventanal, mirando hacia el exterior (¿un jardín?, ¿la plaza de la constitución?, ¿una manifestación?), optaron por quitarse la venda de los ojos y actuar. (Resulta que al despojarse de la venda descubrieron que lo mejor era el contraateque militar y no la lucha a través de la comprensión de que el ser humano, desde la más tierna infancia evolutiva, siempre se ha drogado y siempre ha podido encontrar medios pacíficos de redención mediante su propia educación). Y luego afirma que con ello (70,000 muertes avalan el dicho) se ha construido un México más seguro y más justo.
  Después de ver tales mensajes rumbo al Sexto Informe de Gobierno uno se pregunta si éstos en realidad se dirigen hacia los mexicanos o incluso a los intereses internacionales. Mirando al mandatario de la nación en sus distintos ángulos fotogénicos se puede llegar a considerar que no es así. Tal vez es otro guiño burlón de la televisión: uno en el que parece decirse que, una vez que termine el sexenio, el ejecutivo está disponible para convertirse en un actor de reparto (siempre y cuando, por supuesto, este valiente se quede en el país).