lunes, 4 de julio de 2016

DE ANTOLOGÍAS Y "POLÉMICAS"

AHORA QUE YA ME QUEDÓ MÁS O MENOS CLARO voy a tratar de explicarles la situación a ustedes, amables lectores que siguen esta página, desde mi visión de escritor y editor.

INTRODUCCIÓN DE ESCRITOR
    La MÁSCARA de la “polémica” literaria del momento son un par de pomposos ejercicios editoriales: Palabras mayores. México20 (2015) y Nouvelle Poésie Mexicaine (2016), que Conaculta (ahora Secretaría de Cultura) facturó, en forma de antologías de cuento y poesía, con jurados expertos y toda la cosa, para ir a promover “La-Literatura-Nacional” al Reino Unido en 2015 y a París en 2016.
    El ROSTRO oculto es la corrupción de cierto sector del funcionariado cultural que, al hacer labores editoriales para el gobierno del Estado, aprendió mal (o quizá a la perfección) la excusa chavodelochesca del “fue sin querer queriendo”.   

    Como obra de dicha Institución, no deja de ser una “mexican governmental curious”. Probablemente, la mayoría de escritores no convidados, antes de ocuparnos de lo importante, hicimos lo que se hace ante estas loables iniciativas:







Y luego ya seguimos con lo importante que, como se sabe, para cada quien son sus propios y particulares y te-vale-madres asuntos.

    Pero hay gente que no es tan indolente como uno y se pregunta: “Baia, baia, los 20 grandes escritores menores... de cuarenta años. Este libro y el viajecito a Europa que se van a echar no es la apuesta de un editor loco que con sus recursos puede hacer un papalote, sino que cuesta dinero público. ¿Cuál fue el criterio de selección de veinte para proyectarlos de esa forma?”
    Pregunta muy válida porque, como sospechan ustedes, todo proceso editorial que se precie de serlo tiene su procedimiento ético. Y si se lleva a cabo con dinero público, tiene que ser más ético, pues no se está administrando la empresa particular, ni la fama y la fortuna de nuestro pequeño networking.

PARÉNTESIS DE EDITOR
Para ponerle contexto, hagamos el resumen del procedimiento ideal para hacer una antología y de sus variantes. Fernando Reyes nos recuerda que
Por ahora podemos recurrir a la clasificación que hace Pedro Salinas de las antologías para entender su sentido o intención. Cito: “Por definición hay tres tipos de antologías: la antología personal, donde priva por completo el gusto del seleccionador. 2. Aquellas que representan una escuela o tendencia literaria, con exclusión de las restantes. 3. Y las que podríamos llamar históricas”.
    Sobre el primer tipo de antología se puede hablar de un antologador que ha desarrollado cierto conocimiento (siempre insuficiente) del tema, además de poseer un corpus de investigación amplio, y lleva a cabo una selección de pasajes o textos según su esmerado saber y gozo. Esta es la manera ideal porque reúne a una persona interesada con otra que conoce del tema y resulta que son la misma. El ejemplo de este método clásico sería El Libro de la Imaginación, de Edmundo Valadés.  
    El segundo y el tercer punto expuestos por Pedro Salinas pueden ser la reunión de amigos o las antologías que se hacen para estudiar, por ejemplo, el Siglo de Oro. 
    

Pero, en ocasiones, este segundo y tercer puntos también pueden mezclarse para ir fabricando un canon, como ese bunker de estudio emprendido por Orfila, Paz, Chumacero, Pacheco, Aridjis que terminó por montar editorialmente, por ejemplo, Poesía en movimiento. O la antología propuesta por una institución a uno o varios expertos, como por ejemplo, la que la Academia de la Lengua encargó a José María Roa Bastos y Casimiro del Collado para el cuarto centenario (1892) del descubrimiento de América en la que se reuniera la poesía mexicana desde la conquista hasta aquellas fechas.

 
Existen, además, otras formas de configurar una antología, digamos, igualmente válidas, pero que no pueden considerarse rigurosas. Por ejemplo, un editor tiene la idea de ofrecer al público un libro en el que se hable desde distintas narrativas sobre un tema de candente actualidad, por ejemplo barros y espinilla, así que con ahínco y dedicación se arroja a tratar de exprimirle algún cuento (de preferencia inédito) a los escritores que ya hayan publicado sobre bolas de grasa. Es decir, el editor hace una selección de autores y no de textos.
    Este método es, regularmente, el más socorrido por ser el más sencillo y el más rentable. Ojo, no estoy diciendo que esté mal, sino que la carga de trabajo es más sencilla y el editor puede sacarse una lanita. ¿Para qué estudiar las modalidades en que se ha desarrollado el tema de la acumulación sebácea subcutánea, cuando se puede pedir un texto a un autor que ya ha demostrado su gusto por ese tema o invitar a algunos otros a los que considere lo suficientemente pervertidos para darle vida a un texto sobre granos y espinillas?
    Es sin duda más fácil contactar a cuarenta escritores para que manden una obra, que leer a esos cuarenta y encontrar su mejor texto al respecto.
    El resto del trabajo es darle promoción a la antología y que le vaya bien si puede en la gran marea de los libros.
   


CONTINUACIÓN
Pero sigamos con la “polémica”. Nos enfocaremos en la última producción, la antología de poesía, pues ha sido la que, por sus propias defensas, justificaciones y prólogos, ha quedado más desnuda (aunque también campechanearemos con la primera antología de narradores porque se puede inferir que, dado que el responsable fue el mismo funcionario, siguió el mismo camino).
    Un buen día, la Secretaría de Cultura recibe la invitación para que México sea el huésped de honor en la Marché de la Poésie en París y pide una obra a nuestros funcionarios que sea representativa de la actividad poética. ¿Qué significa esto? Que el Estado, Gran Hermano de la edición en México, tiene la oportunidad de promover en el extranjero uno de los eslabones más raquíticos de su mercado interno: la poesía. Al menos ese parece ser el discurso: “vamos para allá como invitados a promover no sólo la literatura nacional, y a veinte poetas que están poniendo sus ladrillos para seguir edificándola (¡quizá alguno de ell@s hasta sea traducid@!), sino hasta de paso algo más concreto y ramplón: la industria editorial nacional.” 
    (Porque se les hizo ese señalamiento a los críticos de las antologías, como para que estuvieran agradecidos: "¡Sus libros también están aquí!")
   
(Se abre un paréntesis para señalar un hecho económico: aquí en México, la industria editorial es un pantanal debido a la función editora que diversos y sucesivos gobiernos federales, en su más buena voluntad populista, han arrogado al Estado mexicano. Ello lo ha terminado por convertir en el principal actor del mercado editorial interno y, por ende, en una voz importante. (Más información sobre este punto acá y acá y acá). Fin del paréntesis.)
     
Al Estado mexicano, astigmático y miope como somos en manada, por supuesto, nos importa ver al menos el bulto: lo macro. Para alcanzar algo macro en este sentido, se debe emplear un camino editorial que verdaderamente sea macro y de desarrollo afinado. Al Estado que somos lo de los veinte elegidos nos da igual. Son nombres de trabajadores en la marea de trabajadores sin nombre. Sin embargo, al Gobierno peñanietista, en cambio, por su parte, ¡le da también igual! ¡Por eso la decisión de darle forma recae en cualquier funcionario!
    Peña Nieto ni los iba a leer, queridos lectores, no se hagan ilusiones (ni ustedes ni él), ya ven el vals que se aventó aquella vez en la FIL. Además tiene otras chambas más serias, como hacer que su voz se oiga en el púlpito internacional y detener el avance de los populistas.

    ¿Qué se hizo? Bueno, el encargado de la Dirección de Publicaciones se brincó a la industria nacional, que era su prioridad macro dadas las condiciones que presentaba la invitación, y como “el tiempo apremiaba”, se le ocurrió que podía llamar a tres autores cualquiera (pero de renombre, de ser posible hasta mediáticos) y, confiado en su criterio, pedirles que entre los tres se confeccionaran una lista de veinte nombres de poetas menores de 50 años de los que tuvieran noticia.
    Además, seamos honestos y dejemos atrás el odio y la envida XD. Debido al bono demográfico, ningún lector o crítico va a leer a todos los escritores contemporáneos: son un chingo, la mayor generación de escritores que ha habido sobre la faz de la nopalera nacional.
    Así que los jurados le dieron a la Dirección de Publicaciones los nombres que se les habían ocurrido. Ya eso dice mucho: no compulsaron ningún texto quizá ya importante, sino la memoria y la fama que, como se sabe, a botepronto siempre tiende a ser selectiva y, en los casos de referenciar a alguien, siempre pueden o no aparecer frente a nosotros los nombres de nuestros amigos (y uno que otro colado, ¿por qué no?).
    Con los nombres en la mano, el encargado de la “selección” de lo mejor de lo mejor de lo mejor en el México que se está moviendo, mandó un correo electrónico a todos los designados para pedirles algo representativo de su obra. Y ellos, creyendo que respondían a una de esas antologías de autoantologismo, seleccionaron lo suyo y lo enviaron. Y se vanagloriaron, jajaja (ya sé que no puedo saber eso, pero he observado un fenómeno que se llama “orgullo y/o vanidad íntima por el trabajo reconocido” que todos tenemos, no sólo los escritores, ¿eh?).
    Y se imprimió. Y se llevó a Londres y a París.

    ¿Estuvo bien? Bueno, para el pobre que creyó en esa selección, estuvo perfecta. Autores satisfechos, jueces satisfechos, París, ¡oh, la hermosa París!, Londres, ¡oh la brexcitante Londres!, satisfechas.
    En realidad estuvo hecho con las patas. El funcionario editor debió haber interrogado a su consciencia (¿pero qué funcionario hace eso?): “En mi papel de representante del gobierno, ¿estoy haciendo lo correcto no ya para la industria nacional, sino para las y los poetas de este país o estoy haciendo una mamarrachada que podría dejar mal parados a mis amigos?”. No vamos a discutir aquí la calidad literaria de ninguno de los cuarenta seleccionados, todos ellos excelentes personas. Lo que sí se puede ver es lo siguiente: por ejemplo, de los 20 seleccionados en Palabras mayores, una buena mayoría tiene su obra más reciente publicada por sellos como Tusquets, Random House Mondadori, Alfaguara, Planeta, entre otras editoriales extranjeras. Almadía, Bonobos y Sexto Piso aparecen como las tres principales editoriales literarias mexicanas donde publican unos pocos de estos autores.
    Es decir, que aparte de antologías mal fundamentadas, de paso el Gobierno mexicano, con lana del Estado mexicano, fue a promover ¡la gran industria editorial española del país! Jajajajaja y más jajajaja. (Y estas aquí abajo son las máscaras de reír y llorar en que se basa mi risa frenética, aunque estas dos máscaras en particular no se vean muy frenéticas ni sean demasiado expresivas).

 


¿HUBO CORRUPCIÓN SÍ O NO?

Sí. Del método. Hubo corrupción del sentido editorial que debió haber tenido esta antología. Corrupción que, digámoslo de una vez, no tiene repercusiones penales de ninguna índole, pues el “error” no está tipificado más que en la ética editorial (aunque por aquí dicen que podría ser competencia de la Secretaría de la Función Pública). En resumen, hubo corrupción del sistema porque se desviaron los fundamentos de una Institución de fomento cultural para convertirla en El Sancionador de lo-que-viene-siendo-lo-más-granado-de-nuestra-literatura, sin que hubiera un trabajo serio de respaldo: “¡El canon lo hará en chinga un funcionario del gobierno porque el gobierno, ya se sabe, es ecuánime y nunca nunca jamás de los jamases a sus funcionarios los ha guiado ningún interés por el renombre personal o el de sus amigos! ¡Menos en el mercado simbólico y puro de las letras! ¡Ni que fueran tan mezquinos como esos envidiosos que se oponen a mover a México!”


¿ALGUIEN TIENE UNA PROPUESTA?

Termino este apunte con un par de propuestas (para la próxima, cuando haya reflexión y autocrítica), entre las muchas y más detalladas que pudiera haber, para que luego no digan que uno nada más anda de burlón y no aporta nada.
¿Qué debería haberse hecho para evitar la suspicacia y hacer un limpio funcionariado? Se me ocurre que se pudo convocar a los editores nacionales de poesía a enviar hasta un libro publicado de cada uno de sus autores mexicanos vivos menores de 50 años (aunque sea en PDF) para, después, repartirlos aleatoriamente entre un grupo de expertos en literatura (quizá más numeroso que el jurado clásico de tres destacadas personalidades) que seleccionara veinte de esas quizá ¿cuatrocientas? ¿doscientas? obras que les iban a llegar. Fin y tantan.
    Eso por ejemplo.

Otra opción, digamos que para una antología mega exprés (que igual iba a salir cucha por aquello del tiempo necesario de trabajo, porque hacer libros no es hacer enchiladas): convocar, por ejemplo y sólo a manera de ejemplo, al compilador de la Antología General de la Poesía Mexicana, y de paso a quienes facturaron la antología de editoriales de poesía 40 barcos de guerra, entre otros candidatos que pudieran andar en esos menesteres antologadores, para que, con el corpus que ya tienen, montar un florilegio de varia poesía que vaya a conquistar el mundo con la frente muy en alto o, al menos, dé la idea de que sí hubo un trabajo editorial y no sólo la ocurrencia de llamar a los cuates.



Mayor y más concienzuda información en:

ACTUALIZACIÓN 9 de julio de 2016:
1) Esta fue la convocatoria que apareció en el Boletín de la Caniem el 24 de agosto de 2015. La fecha de cierre era 11 de septiembre. Como se ve, se parece demasiado a mi primera propuesta. Como se sabe, la desvirtuaron al hacer que los poetas mandaran su propia obra (con ello sacaron del producto final a los editores de poesía, que era a los que estaban convocando en principio).



2) Esta es el Epílogo que escribe Tedi López Mills, jurado.  




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