lunes, 20 de enero de 2014

Cómo confundirle la estructura mental a un niño

Caso práctico en el metro

Ante la disyuntiva de escaleras comunes o mecánicas, la madre, mirada y pelo marchitos, espalda agobiada, estrés, sofrena al hijo de diez años que ya quiere correr por las poco frecuentadas normales.
   -¡Por las eléctricas! -exclama con fastidio-. ¿No ves que ya hicimos mucho ejercicio?
  El niño pierde todo ánimo, y aunque sus ojos se dirigen al suelo, a la ranura de la repartidora de escalones de hierro, parece más bien que se han ido a esconder al fondo de sí mismo, donde algo como que no le cuadra.
   -Sí, acuérdate -continúa la madre, poniendo una mano sobre el hombro infantil-... Hace rato, cuando tú estabas jugando y yo sentada viéndote.
   Y ni la menor nube de ironía o bochorno empaña el cielo de su afirmación.







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